Pasar de una actividad con mucho ruido y energía a momentos de calma suele ser complicado. Si lo reflexionamos, dar una voz gritando pidiendo tranquilidad es un poco incoherente. Tener estrategias que nos permitan ese cambio con suavidad nos benefician a todos, tanto a los niños como al maestro como a las familias.
Hemos introducido un elemento nuevo en el aula: la lámpara. Bajar las persianas, apagar la luz son rituales que preparan a los niños para algo mágico.
Si además lo acompañamos con una música tranquila, conseguimos generar una atmósfera apropiada para, no sólo escuchar un cuento, sino sentirlo más allá.
Curioso lo de la lámpara, me lo apunto ^^
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